viernes, 6 de enero de 2012

Tres personas despreciadas por Yibril


Ka'b Ibn ‘Uyrah (radialláhu 'anhu) narró que Rasülulláh (sallalláhu 'aleihi wa sallam) dijo: "Acérquense al mímbar". Nos acercamos, y cuando ascendió el primer peldaño del mímbar dijo Ámin". Cuando ascendió el segundo peldaño dijo "Ámin". Cuando ascendió el tercer peldaño dijo "Ámin". Cuando descendió dijimos: "¡Oh Rasúlulláh!, mientras subías al mímbar, te hemos escuchado hoy, algo que jamás habíamos escuchado antes". Él (sallalláhu 'aleihi wa sallam) dijo: "Cuando ascendí el primer peldaño, Yibril ('aleihis salám) apareció ante mí y dijo: "¡Ay de aquél! que encuentre el bendito mes de Ramadán y lo deje pasar sin lograr el perdón", a lo que dije Ámin. Cuando ascendí el segundo peldaño, él ('aleihis salám) dijo: "¡Ay de aquél! ante quien tu nombre es mencionado y no te envíe saludos y pida bendiciones para ti (salawát 'alan-Nabi)". Respondí Amin. Cuando ascendí el tercer peldaño, él dijo: "¡Sean destruidos aquellos, cuyos padres, o uno de sus padres se vuelvan viejos en su presencia, y no pueda entrar al Yannah! (por no servirlos)". Yo dije Ámin". (Hákim).
 Comentario
En este hadith, Yibril ('aleihis salám) pronunció tres desgracias a las cuales Rasúlulláh (sallalláhu 'aleihi wa sallam) respondió con "Ámin". Primero, ni más ni menos, que la condena de Yibril ('aleihis salám) que es un ángel muy cercano y luego la reprobación de Rasúlulláh (sallalláhu 'aleihi wa sallam), sirven para dejar en claro la severidad de este asunto.
¡Quiera Alláh, por Su Bondad concedernos el taufiq de apartarnos de estos tres males y protegernos! porque de lo contrario, sin duda estaremos en la perdición. En Ad-Durrul Manthúr se dice que Yibril ('aleihis salám) ordenó a Rasúlulláh (sallalláhu 'aleihi wa sallam) que dijera "Ámin". Siendo un ángel del estatus de Yibril ('aleihis salám) quien da la instrucción a Rasúlulláh (sallalláhu 'aleihi wa sallam) de decir "Ámin" después de cada desgracia.
 La primera persona que se menciona en este hadith es aquel individuo que, encontrándose dentro del mes de Ramadán, desperdicia su tiempo cometiendo pecados, dejando de lado sus deberes religiosos y, por ello, pierde la posibilidad de obtener el perdón. Ramadán es el mes de la Misericordia de Alláh Ta'álá y si es desaprovechado por causa de la maldad y la negligencia ¿Cómo podría entonces alguien ser perdonado? Si no alcanza la complacencia de Alláh durante Ramadán ¿Entonces, cuándo podría hacerlo? No cabe duda acerca de su fracaso, más aún cuando es precisamente en Ramadán donde se encuentran numerosas oportunidades de obtener el perdón.
 El segundo desdichado, es aquel que escucha mencionar el nombre de Rasúlulláh (sallalláhu 'aleihi wa sallam) y no recita su salutación.
 Este hecho ha sido mencionado en otros ahádith; por ello los 'ulamá, consideran que es wáyib (obligatorio) el recitar las salutaciones cada vez que se escucha el nombre del Profeta Muhammad (sallalláhu 'aleihi wa sallam). Además de esta condenación, se han hecho varias advertencias, al respecto, en varios ahádith se ha llamado a quienes no cumplen con esta obligación los desafortunados o los tacaños.
 En otras partes, tales personas han sido consideradas como desertores; como quienes han perdido su camino al Yannah; como personas que entrarán al Yahannam, como aquellos que no tienen religión y que no podrán ver el bendito rostro de Rasúlulláh (sallalláhu 'aleihi wa sallam). Los sabios han interpretado estos ahádith en diferentes formas, pero el hecho es que, la advertencia que Rasúlulláh (sallalláhu 'aleihi wa sallam) dio a quienes faltan a recitar el salawát para él, es tan severa que es difícil de poder soportar. ¿Y por qué no? Después de todo, las bendiciones que esta Ummah ha recibido a través de Rasúlulláh (sallalláhu 'aleihi wa sallam), son tales que ningún pensamiento o palabra serían capaces de describir.
 Sus favores hacia nosotros son de hecho tan grandes que con justa razón ha de advertirnos. Por el contrario, los beneficios por recitar las salutaciones hacia nuestro Profeta Muhammad (sallalláhu 'aleihi wa sallam), son tan inmensos que sería un verdadero error el privarnos de ellos. El hadith nos enseña que, quienquiera que recite un salawát (salutación) para Rasúlulláh (sallalláhu 'aleihi wa sallam), Alláh Ta'álá le enviará diez misericordias para él, los ángeles suplicarán por él, sus pecados serán perdonados, su rango será elevado, recibirá una recompensa mayor que el monte de `Uhud, y Rasúlulláh (sallalláhu `aleihi wa sallam) intercederá por él en el Día del Qiyámah. Además otras recompensas prometidas son: Ganar la Complacencia y la Misericordia de Alláh Ta'álá, ser protegido de Su ira, ser liberado de los tormentos del Qiyámah, y ver el lugar que le aguarda en el Paraíso aún mientras se está aquí en la tierra. También hay recompensa por recitar el salawát 'alán-Nabi (salutaciones), cierta cantidad de veces, junto con la promesa de nunca ser afectado por la pobreza o la necesidad, la promesa de estar cerca de Rasúlulláh (sallalláhu ‘aleihi wa sallam) en la corte de Alláh Ta'álá, la promesa de ser protegido frente a los enemigos, de limpiar nuestro corazón de la hipocresía y de las enfermedades espirituales y también de obtener el amor de los demás.
 Muchas bienaventuranzas más han sido enumeradas por la recitación abundante de las salutaciones. Los sabios han dicho que es fard recitar estas salutaciones aunque sólo sea una vez en la vida, mientras que es wáyib (obligatorio) hacerlo cada vez que se menciona el nombre del Profeta Muhammad (sallalláhu `aleihi wa sallam). Otros dicen que es mustahab (recomendable).
 La tercera persona es aquella que, mientras estuvo con vida, vio que uno o sus dos padres alcanzaron la vejez, y no fue capaz de alcanzar el Paraíso sirviéndoles. Esto ha sido explicado en varios ahádith, los 'ulamá han dicho que es obligatorio obedecer a los padres en cualquier acto que sea permitido hacer. No se puede ser irrespetuoso y desobedecer a nuestros padres aunque estos no sean creyentes, ni debiéramos levantar nuestra voz en frente de ellos, ni llamarles por su nombre.
 A los padres se les debe dar la preferencia en todo antes que nosotros (por ejemplo; comer, beber, caminar o sentarse, entre otras), cuando les invitamos hacia el bien y les prohibimos de cometer malas acciones, lo haremos con delicadeza. Si ellos no aceptan, aun así, debemos de honrarles y respetarles, y debemos hacer du'á para que ellos reciban la Guía. En un hadith se ha dicho que la mejor de las puertas para entrar al Paraíso es el padre, si deseas puedes cuidarla o puedes destruirla. Un sahábi preguntó a Rasúlulláh (sallalláhu 'aleihi wa sallam) ¿Cuáles son los derechos de los padres? Él (sallalláhu 'aleihi wa sallam) respondió: "Ellos son tu Yannah y tu Yahannam." Su felicidad es el Yannah y su tristeza es el Yahannam. Además, se ha dicho en un hadith que cuando un hijo obediente mira con amor y devoción a sus padres, la recompensa por esa mirada será la aceptación de Alláh. En otro hadith se ha dicho que fuera de asociar a otros dioses con Alláh Ta'álá, Él perdona todo lo que Él desea. Sin embargo, Él comienza a castigar la desobediencia a los padres aún antes de la muerte. Un sahábi dijo: "¡Oh Mensajero de Alláh! quisiera ir al yihád." Rasúlulláh (sallalláhu 'aleihi wa sallam) le preguntó: "¿Tu madre vive aún?" Él respondió que Sí. Rasúlulláh (sallalláhu 'aleihi wa sallam) dijo: "Sírvela, pues el Yannah se encuentra para ti, bajo sus pies."
 En otro hadith se narra que la complacencia de Alláh Ta'álá se encuentra en la complacencia del padre y que el desagrado de Alláh Ta`álá se encuentra en el desagrado de nuestro padre. En varios otros ahádith se ha señalado la importancia y las virtudes de servir a nuestros padres ancianos.
 No debemos deducir, desde lo que hemos leído en este hadith, que si no cumplimos con tratar servicialmente a nuestros padres, mientras ellos estuvieron vivos, no podremos salvarnos de ir a Yahannam. En la shari`ah existe la salida, el hadith nos enseña que debemos hacer du'á e istigfár por ellos, de este modo podremos ser considerados entre quienes fueron obedientes con los padres. Otro hadith establece que la mejor obra que podemos hacer después de la muerte de nuestro padre, es tratar a sus amigos y compañeros en la misma forma en que éste lo habría hecho.

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