domingo, 23 de abril de 2017

EL VIAJE NOCTURNO Y LA ASCENSIÓN (AL-ISRÂ WA L-MI‘RAŶ) DEL PROFETA MUHAMMAD (SWS)




La vigésimo séptima noche del mes lunar de Raŷab es aprovechada por los
musulmanes para conmemorar uno de los sucesos más importantes y extraordinarios en la vida de Sidnâ Muhammad (s.a.s.): su Viaje Nocturno (Isrâ) que lo llevó en un instante de Meca a Jerusalén y la Ascensión (Mi‘râŷ) al más elevado de los cielos.
 Se designa con el término Isrâ el viaje nocturno que Allah hizo emprender al Profeta (s.a.s.) y que lo llevó desde la Mezquita Haram de Meca a la Mezquita Más Remota (al-Másŷid al-Aqsà), el Templo de Salomón en Jerusalén. Desde ahí, Sidnâ Muhammad (s.a.s.) ascendió por los diferentes cielos alcanzando alturas que no son dadas a imaginar ni a hombres ni a genios. Este segundo viaje en vertical recibe el nombre de Mi‘râŷ.
 En sus Sahîh, al-Bujâri y Muslim narran las líneas generales del Isrâ y el Mi‘râŷ: El Profeta (s.a.s.) montó sobre un animal de naturaleza mística (al-Burâq), más grande que un asno pero menor a un mulo y cuyo paso alcanzaba los límites de la vista... Entró en la Mezquita al-Aqsà, y ahí realizó un Salât de dos rak‘as. A continuación, el Ángel Ŷibrîl le dio a elegir para beber de dos recipientes, uno contenía vino y el otro leche (el vino aún no había sido prohibido), y Muhammad (s.a.s.) escogió el que contenía leche. Ŷibrîl le dijo: “Has acertado en la naturaleza primordial (fitra)”. Después, Ŷibrîl lo condujo al primer cielo, luego al segundo, al tercero,... hasta el Azufaifo del Límite (Sidrat al-Muntahà), que marca el final del séptimo cielo y es la frontera para las criaturas. Muhammad (s.a.s.) avanzó, y Allah “le mostró lo que le mostró”... Durante esa Noche, fue impuesta a los musulmanes la práctica del Salât cinco veces al día. En un primer momento, fueron dictados cincuenta Salât-s, distribuidos a lo largo de la noche y el día, pero su número fue reducido finalmente al de cinco, valiendo cada uno de ellos por diez.
  Al día siguiente, una vez vuelto a Meca, el Profeta (s.a.s.) describió a la gente lo que acababa de vivir. Los idólatras se trasmitieron el relato y lo acogieron entre burlas. Incluso algunos lo desafiaron a describir los restos del Templo de Salomón, ya que había estado en él. Durante su visita a Jerusalén, Sidnâ Muhammad (s.a.s.) no se había fijado en los detalles, y no pudo responder al principio. Al-Bujâri y Muslim continúan su narración con las siguientes palabras del mismo Profeta: “Cuando los qurashíes me desmintieron, fui al interior del recinto de la Kaaba, y ahí Allah me hizo ver de nuevo el Templo de Jerusalén. Salí y se lo describí tal como había aparecido bajo mi mirada”. A pesar de ello, los idólatras siguieron afirmando que Sidnâ Muhammad (s.a.s.) mentía o había sido víctima de una alucinación.
 Los idólatras acudieron ante Abû Bakr, cuya sensatez y prudencia valoraban, y le contaron lo que andaba diciendo Muhammad, de quien se había convertido en seguidor. Esperaban que él se echara atrás y abandonara al Profeta, pero en lugar de ello, él dijo: “Yo digo que sus palabras son verdaderas, y lo sostendría aunque fuera más lejos en sus afirmaciones”. Por ello, Abû Bakr, que luego sería el primer califa del Islam, recibió el sobrenombre de as-Siddîq, el que confirma a Muhammad (s.a.s.).

 Ese mismo día, Ŷibrîl volvió a mostrarse a Muhammad (s.a.s.) y le detalló los actos que debían realizarse durante el Salât y su horario, quedando
definitivamente establecido. Antes de esta institución, Sidnâ Muhammad (s.a.s.), siguiendo la tradición de Abraham, realizaba dos rak‘as al amanecer y otras dos al atardecer, en dirección hacia Jerusalén. Jerusalén siguió siendo la Qibla de los musulmanes durante algún tiempo, hasta que el Corán, tras la Hégira, ordenó orientarlo hacia la Mezquita Haram de Meca.




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